Hoy vengo a hablaros de una primera vez no real, es decir, no física pero si mental. Me explico. Estas no han sido las primeras fallas en la vida de Valkiria, de hecho son las terceras, pero si que han sido las primeras en las que se ha enterado un poco de que va todo este tema del folclore de la terreta. Para empezar porque ya es mas mayor y a sus 2 años y medio se cosca de todo la tía, y después porque, al ir a la guarde, allí han tenido todo un programa de actos falleros de casi una semana en el que han hecho de todo, desde globotá y chocolatá, pasando por la ofrenda a la virgen.
En esta familia, medio andaluza medio catalana, las tradiciones valencianas quedan en un tercer plano. Es lo que hay. Pero vivimos y tenemos intención de seguir viviendo aquí, así que es bueno que los niños también aprendan la herencia cultural del lugar donde van a crecer. Una vida llena de distintas culturas y tradiciones es mucho mas rica y por eso creemos que es importante vivir cada una de ellas dentro de lo posible.
De hacernos falleros ni hablamos. Eso hay que sentirlo, hay que mamarlo y nosotros nos sentimos muy ajenos a todo eso. Pero las fallas se pueden vivir de otro modo, se pueden vivir en la calle paseando, viendo los monumentos, comiendo buñuelos de calabaza y tirando bombetas. Y también se sufren, ¡vaya que si! Que a nosotros nos toca huir de nuestra casa 10 dias todos los años si queremos dormir. Esa es la parte no tan buena de casi cualquier fiesta.
Pero vamos a lo que vamos, Valkiria y las fallas. Todo empezó el día de la cridá, que es cuando se da oficialmente el pistoletazo de salida a las fallas. Es algo así como un pregón que se da en las antiguas torres de Serranos y luego se tira un castillo de fuegos artificiales. No teníamos intención de ir, pero al final nos acercamos, ¡y no le hizo ninguna gracia! ¡No le gustó ni un poquito! ¡Nada! ¡Cero! De hecho, cuando acabó el castillo solo nos decía: «Ya está, ya se han acabao las fallas«… Pobrecita mía, no le quedaba nada aún…
La semana de antes empezaron los actos de fallas en la guardería. Esos días todos los nenes tenían que ir con el blusón y el pañuelo típico fallero. Hicieron manualidades, hicieron la globotá, que básicamente es poner muchos globos juntos y pincharlos todos a la vez, como si fuera una mascletá y a los papis nos mandaron deberes. Teníamos que hacer un ninot para la falla de la guarde sobre la tematica de la época medieval. En días posteriores se hizo la consiguiente exposición del ninot y se voto para ver cuales eran los mejores. También hicieron una mini ofrenda a la Virgen de los Desamparados. Hubo padres que se quejaron un poco de este acto religioso, pero yo creo que no hay que sacar las cosas de quicio, que ellos ni siquiera entán pillando el sentido religioso, en todo caso, el que sea fallero pillará lo que es la tradición y el resto, posiblemente, no entiendan nada de nada.
El día más delicado fue el primer día de la semana fallera cuando tocaba pasacalles tirando bombetas (petardos sin mecha para niños pequeños) y luego merienda de buñuelos de calabaza y chocolate. El día anterior, mi suegra había comprado bombetas para tirarlas con Valkiria y que se acostumbrara a ellas, pero no hubo manera. La niña se cerró en banda, no quería ni oir hablar de las bombetas, así que al día siguiente os podéis imaginar el plan. No hicimos el pasacalles, se paso el rato encima de mi y de tirar bombetas nada de nada. Le pregunte: «¿No quieres tirar una bombeta cariño?» y ella me respondió: «¡No!¡Y tu tampoco! ¡No me gustan las fallas!» ¡Toma ya!… Al final conseguí que no quisiera irse porque le recordé que había chocolate y entonces le cambió la cara.
Aquí podéis ver la falla de la guarde, con todos los ninots con forma de escudo hechos por los papis. Una de las fallas de sección especial y las luces de la zona de Ruzafa. Y Valkiria y yo disfrutando de la chocolatá. (Me acabo de dar cuenta que no hicimos ni una foto de Valkiria tirando bombetas)
Pero como los niños son imprevisibles y lo que un día es completamente negro al día siguiente puede ser blanco nuclear, tres días después, la mamá de otro niño, a la salida de la guarde, consiguió que Valkiria tirara una bombeta ¡oh milagro! Y no os podéis imaginar el festival que montó de saltos, gritos y vitores a si misma: «Mamaaaaaaa, he tirao bombetaaaaas, soy muy valienteeeeeee» A partir de ahí las cajas de 50 bombetas le duraban 5 minutos escasos, ¡un no parar! Pero oye, casi que lo prefiero, en casa mi madre le tiene pánico a los petardos de toda la vida y viviendo aquí no es algo fácil de llevar.
El resto de la semana transcurrió tranquila, con los inconvenientes propios de no estar durmiendo en casa, de ir todo el día con trastos de acá para allá y de que el Papá no tuviera ni un día de vacaciones, pero poco más. Si es cierto que cuando por la calle tiraban un petardo gordo se asustaba, pero vamos ¡también me asusto yo! Sin embargo, lo que los primeros días eran llantos inconsolables, al final solo era un poco de cara de susto. Este año, por eso, nos hemos saltado las mascletás, pero sinceramente, ya habrá años para que la niña entienda y disfrute tal cantidad de ruido, de momento es muy pequeña. Y esto fue todo… El año que viene más. ¡Que ganas tenía de volver a la tranquilidad de mi hogar!
¿Vuestros peques disfrutan las fiestas patronales?
Y los valencianos, ¿como han llevado los peques los petardos?
2 Comentarios
No conozco las fallas pero si me gustaría ir alguna vez con el peque, como bien dices es cultura y es bueno que los niños conozcan tradiciones.
Pues si, es una fiesta muy curiosa y llamativa. Merece la pena venir a verla al menos una vez en la vida porque no deja indiferente… 🙂
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