Hay veces, en esto de la crianza, que los segundos (o terceros, o cuartos…) hijos, vienen a quitar pequeñas espinitas que se nos quedaron clavadas la primera vez. A restar culpas poniendo las cosas en su lugar. Esto es lo que me esta pasando a mi con Atreyu y la alimentación complementaria.
Los que me sigáis de tiempo ya lo sabéis, pero por si acabáis de llegar, os pongo en antecedentes.
Valkiria fue, desde prácticamente el inicio de su alimentación complementaria, muy mala comedora. No tenía interés por la comida. Pocas cosas le gustaban. Y conforme fue creciendo la situación no mejoró. Cada cambio de etapa fue muy difícil. La introducción de sucesivos elementos. El paso de triturados a sólidos…. Aun es ahora, con 5 años, que sigue siendo muy delicada para comer. Nunca tiene mucha hambre. Y cuando dice que la tiene, la pierde en menos de 5 minutos. Es lo que se diría, una niña de poco comer. Si a esto le sumamos que ahora a todo le pone cada vez mas peros, su alimentación sigue siendo un reto (y una lucha…) diaria.
Es por esa experiencia tan negativa con la comida que yo, inconsciente o conscientemente, me dedicaba a buscar culpables, mejor dicho, motivos por los que esto era así. Motivos en los que, la principal culpable, siempre era yo. La culpa… Esa gran losa.
Que si debería haberlo hecho así o «asáo». Que si tendría que haber hecho esto antes. Haber probado el BLW. No haber tenido miedo. Haber confiado más. Es que los niños de los demás comen y la mía no… Bla, bla, bla…

Pues bien, esta es otra mas de esas situaciones en las que uno no puede abrir la boca. Entre otras cosas porque, aunque parezca mentira, aquí no todo depende de nosotros. Y donde dije digo… a lo mejor toca decir Diego…
Justo hace unos días, leía una experiencia parecida, pero totalmente al revés, en el blog de Annabel, La nave del bebé. Nuestros peques son de la misma quinta y nos ha pasado algo similar, pero a la inversa. Para que veáis que, como os digo, estas cosas pasan, y el sentimiento de culpa por creer que estamos haciendo algo mal no debe pesarnos tanto. Es mas, creo que se debería hablar mas de esto. Sin miedo a que nos juzguen. Pudiendo compartirlo. Porque compartir y leer experiencias similares ayuda mucho.
Como os decía, en mi caso Atreyu vino a quitarme esa espinita y toda la culpa que yo sentía por no haberlo hecho «supuestamente» bien la primera vez. Con él todo ha sido fácil. Todo ha ido fluido. Sin dramas. Desde que empezamos a los 6 meses con la fruta, apenas he encontrado cosas que no le gusten… ¡Una maravilla oigan!
¿Que estaba haciendo bien esta vez?
Nada. Porque realmente yo he hecho lo mismo. Adaptándome, igual que la primera vez, a las demandas y necesidades que me iba mostrando el niño. Tan solo que a Atreyu, a diferencia de a Valkiria, si le interesa la comida. Le gusta comer. Disfruta comiendo… y eso se nota. Es mas, le gusta comer y le gusta gestionar el mismo la comida. Cosa que no me había pasado antes. Así que todo aquello que dije que no haría, el famoso BLW, al final lo hemos acabado haciendo un poco a nuestra manera. Con cosas que no me supusieran un paro cardíaco inmediato y confiando en su capacidad para procesar los alimentos.
Empezamos, una vez hecha la introducción al gluten, por alimentos como cus cus, fideos, sémolas, arroz, pan… Seguimos por el brócoli, el boniato, la patata, la sandía, el plátano… Y así, poco a poco, fuimos aumentando la cantidad de cosas que comía a bocados. Con solo dos dientes al principio. Y cinco que tiene a día de hoy.
No ha sido hasta el año de vida, que estamos pasando por una crisis de lactancia importante, y ha perdido un poco el apetito. Se ha vuelto algo más selectivo y… ¡horror para mi!… me está rechazando los triturados totalmente. No es que sea un gran problema llegados a este punto, pero si que es cierto que no todas las verduras le gustan igual y, haciendo una crema, siempre le puedes dar un poco de todo, cosa que de otra manera no.

De todos modos, es un niño que devora la fruta, le encantan tanto la carne como el pescado, y se lo come el solito. En eso me ha salido muy autosuficiente para lo pequeño que es. No quiere que se lo de yo, quiere comérselo él solo. Que esta genial, y hay cosas que puede perfectamente, aunque sea con las manos, pero hay otras que imposible. Entonces el truco es darle una cuchara a él y tener otra yo. 😉
En definitiva, se nota que le gusta comer y no creo que eso vaya a cambiar. Será así siempre. Es como es él. Y esa es la lección tan importante que ha venido a darme este niño. Que cada uno es como es. Parecerá una tontería, pero me ha reconciliado conmigo misma (y un poquito con mi mayor y sus pocas hambres). Asumo que él es así. Así como asumo que ella también es como es. Procuro no comparar, ni en mi mente, ni mucho menos delante de ellos (aunque alguna vez se me haya escapado). Y, a partir de ahora, trataré de no culpabilizarme mas de la cuenta. Porque si ya de por si la crianza es todo un reto donde siempre tenemos que escuchar las opiniones y juicios de los demás. Que menos que ser un poco amables y comprensivos con nosotros mismos… ¿no creéis?
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